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No murió el jueves como lo había soñado, pero si garugaba en París el viernes 15 de abril de 1938,  en que voló libre,  nuestro íntimo poeta CESAR VALLEJO MENDOZA.  Todos  o casi todos, lo pintan solo  triste, mas tenía un humor genial; reía y gastaba bromas con sus amigos de todos los rincones.  Le gustaba el vino,  el amor de las mujeres.  Se enamoró en Santiago de Chuco, su tierra natal, en Trujillo, en Lima,  allí sedujo ingenuamente a una jovencita de 15 años.  Le costó el puesto de trabajo.
 Sus versos tienen tanto de sus amores,  su tierra,  la patria, de otras patrias y continentes.  Cuando visitemos París, su otro lugar,  que lo acogió con su magnificencia poética, su  pobreza y todo, visitemos Montparnasse, un pedazo de tierra parisina, a donde lo llevó a descansar en paz, su  eterna compañera  Georgette Philippart Travers.
 Fue profesor, uno de sus alumnos  el inolvidable Ciro Alegría; también lo fue en París, enseñando lengua y literatura.

Amigo cercano, cordial de famosos escritores peruanos, latinoamericanos, españoles, franceses… Cómo  olvidaría a los del “Grupo Norte”, Antenor, José Eulogio, Juan, Alcides, Macedonio y ese cajamarquino Oscar Imaña?  De aquellos como el Pablo Neruda, Juan Larrea, Abril de Vivero, More, Huidobro, al Louis Aragón, quien le pronunciaría el discurso a su fallecimiento.
Desde París envió la esencia de sus poemas  a su gran amigo José Carlos, de la Revista Amauta, a Mundial, Variedades,  artículos al Comercio, a otros periódicos y revistas. Fue el periodismo lo que sustentó gran parte de su vida, desde que viajó del Perú, con una moneda de quinientos soles en el vapor La Oroya, un 17 de junio de 1923.   El aura de su grandeza se hizo en la casa donde nació,  el  viejo árbol, el batán, el muro nos cuentan su historia,  hasta el viaje  desde Santiago de Chuco, a lomo del caballo zaino querido, acongojados, con el frío intenso del adiós, llegando a  dar en París, de donde ya nunca regresó.



Los poetas del Perú lo lloran y lo ríen cada  15 de abril, brindándole ese abrazo interminable por haber escrito en el Perú, para el mundo, su nombre, con letras que brillan en todas las distancias y los tiempos.  Tal vez recordando el vaporcito en  que viajó, recitemos a nuestros hijos y alumnos este sentido poema escrito  a puño limpio:
 (Vallejo con el grupo norte)




BORDAS DE HIELO

Vengo a verte pasar todos los días,
 vaporcito encantado siempre lejos…
Tus ojos son dos rubios capitanes;
 tu labio es un brevísimo pañuelo
 rojo que ondea en un adiós de sangre!
 Vengo a verte pasar; hasta que un día,
 embriagada de tiempo y de crueldad,
 vaporcito encantado siempre lejos,
 la estrella de la tarde partirá!
 Las jarcias; vientos que traicionan; 
vientos
 de mujer que pasó!
 Tus fríos capitanes darán orden;
 y quien habrá partido seré yo…! 
  César Vallejo


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