Escuelaluz
Con el retorno de la primavera los
niños, cual arroyuelos traviesos, volvieron a la escuela de cal y canto, cedro
y naranjillo. Las paredes resplandecientes eran una tiza pendiente de la mano
del viento y sus ventanales en su regazo acogían al sol.
La
maestra era una trenza de serena bondad y penetrante cariño. Cantaba, el mundo
se volvía alegoría; jugaba con el invierno y el verano y los niños aprendían
las cuatro estaciones de su sabiduría.
Ellos solían saltar las tapias de la
escuela y revoloteaban por los senderos y remansos; tardaban en volver.
Fueron un día abiertas puertas y
ventanas, derribados los muros; entonces aparecieron los horizontes de calles y
bosques; fueron prohibidas las prisiones, las aves hicieron suyas sus melodías.
Fue así que con el canto del gallo y el
despuntar del día, los niños acudieron presurosos a la escuela y aprendieron
que los entretenimientos están entre el piar de los gorriones y el vuelo en
bandada de las golondrinas.
La
escuela se hizo luz, un hermoso tiempo sin relojes.