EL
BOQUICHICO
Las
vacaciones de fin de año nos las gozo
tanto como las otras vacaciones de medio
año. El papá de mi papá siempre me espera a fines de julio. Él está muy
viejecito, pero siempre muy cariñoso conmigo, vive en su fundo a orillas del
río Marañón. Ahí vive tranquilo, hay variedad de frutas, aunque hace mucho
calor, y en el día nos cuidamos de los mosquitos, por las noches, de los
zancudos. A las seis de la tarde cerramos las puertas de los dormitorios, los
zancudos se quedan afuera. Escuchamos que zumban, pero no pueden entrar, pues
las ventanas están cubiertas con tela metálica. Hay abundante agua, tanto en el
Marañón como en la quebrada. Todos los días me baño y nado en las quietas pozas
de la quebrada o en el río. En los meses de julio y agosto, el agua es muy
limpia, cristalina, de color azul verdoso. Es tan limpia que podemos ver los
peces del río cuando retozan en la orilla.
Es
impresionante escuchar el raro canto de las aves, el ruido de otros animales en
los árboles, el bullicio del loro dañino, el golpe del pájaro carpintero
agujereando la madera, el concierto de gallinas, pavos y patos exigiendo su
comida, la vaca llamando a su cría, el ruido de machetes en la faena de peones.
Un
día mi abuelito dijo a mis tíos: “Ya hemos comido carne de res, chancho, pavo,
cuyes… Me gustaría comer un boquichico. Lleven la escopeta, ojalá caiga un
boquichico. Uno bueno está saliendo a la orilla”. Mi tío César cogió el arma…se
fue al río. Yo lo seguí con cierto temor, pero con gran interés por ver qué
hacía con su escopeta. Subió a un árbol; de allí vio al hermoso pez. Yo también
lo vi por un instante, pero tuve que retirarme para que no asustara. Era un pez
grande, blanco y de lomo negruzco, de ojos amarillos, inquietos, escamas
plateadas, sin dientes, de boca redonda como pico de botella; su nombre es
boquichico. Parecía feliz; de rato en rato miraba hacia arriba como tratando de
ubicarnos y decirnos algo. A veces se quedaba inmóvil, solo sus aletitas
vibraban como adivinando algo. Y de pronto sonó un disparo. El boquichico
saltó, se quedó dormido para siempre mostrando su panza blanquísima. Lo cogimos
y lo llevamos a casa. Pesó tres kilos.
Nunca antes comí un pez tan delicioso.
Fue
una grata experiencia en mis vacaciones preferidas. Nunca las olvidaré. Sin
embrago, voy pensando sobre la vida de los animales dentro del agua. Y tampoco
olvidaré aquella mirada del boquichico desde el fondo del río; parecía
decirnos: “¡Cómo anhelo que los hombres vivan también en la claridad del
agua!”.
REFERENCIA BIOGRÁFICA
Yveth
Ana María Salas Paredes nació en Cajamarca el 13 de junio de 1987. Tiene el
título profesional de Administradora, egresada de la Universidad de Lima. A los
nueve años de edad, en octubre de 1996, ganó con el cuento El boquichico el Primer Premio Nacional “EL ESCOLAR” del diario
“EXPRESO”.