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Escribe: Luzmán Salas Salas


César Vallejo ha muerto, le pegaban

 todos sin que él les haga nada;

le daban duro con un palo y duro

también con una soga: son testigos

los días jueves y los huesos húmeros,

la soledad, la lluvia, los caminos…

                    (César Vallejo, “Piedra negra sobre una piedra blanca”)

    DIBUJO DE CÉSAR VALLEJO POR APURIMAK



Coincidente y asombrosamente, en el mes de abril varios poetas y escritores encumbrados nacieron en el mes de abril, y no pocos cimeros cultores del arte literario murieron en abril. Por eso se dice que abril es el mes de los poetas, sin olvidar que el 23 de abril de cada año se celebra el DÍA DEL IDIOMA, evocando las señeras figuras de William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra y Garcilaso Inca de la Vega.

Dentro de esta luminosa constelación literaria de abril, no podemos dejar de resaltar el final de la vida de nuestro vate universal César Vallejo. El autor de Los heraldos negros, Trilce y Poemas Humanos murió en París el 15 de abril de 1938, a los 46 años de edad.

Al recordar el 83 aniversario de la muerte de César Vallejo, hoy 15 de abril de 2021 vuelvo a referir las extrañas y luctuosas circunstancias vinculadas con su aciago deceso.

En 1920, dieciocho años antes de su fallecimiento, Vallejo se recluyó en Trujillo, en casa de su gran amigo y mentor el insigne escritor Antenor Orrego Espinoza, para protegerse de la injusta persecución ordenada en su contra por los lamentables sucesos de Santiago de Chuco denunciados por la familia Santa María Calderón.

Estando en casa de Antenor Orrego, Vallejo tuvo durante la noche una extraña visión que lo aterró y lo angustió por varios días. Él mismo lo refirió así: “Estaba despierto cuando de pronto me encontré tendido, inmóvil, con las manos juntas, muerto. Gentes extrañas a quienes yo no había visto nunca antes rodeaban mi lecho. Destacaban entre estas una mujer desconocida, cubierta con ropas oscuras y, más allá en la penumbra difusa, mi madre como saliendo del marco de un vacío de sombra, se me acercaba y sonriente me tendía sus manos… Estaba en París y la escena transcurría tranquila, serena, sin llantos.”

Orrego trató de calmarlo explicándole que se trataba de una pesadilla. “No, no -repetía César-, he estado despierto, despierto. Todo lo he visto cómo te veo a ti en este momento.”

Tiempo después, refiriéndose a tan extraña experiencia, Vallejo expresa en su poema PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA: Me moriré en París con aguacero/ un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en París -y no me corro-/ talvez un jueves, como es hoy, de otoño.

Estando en París, el 13 de marzo de 1938, Vallejo cae enfermo. El 24 del citado mes es internado por una enfermedad desconocida. Se suponía que era la reactivación de un antiguo paludismo que había contraído cuando era niño aún. Entró en crisis el 7 y 8 de abril, la fiebre alcanzó más de cuarenta grados, el poeta deliraba. Según Georgette, su esposa -que permaneció a su lado- el Dr, Lemiére dijo: “Veo que este hombre se muere, pero no sé de qué.” Falleció el 15 de abril de 1938, día viernes, con llovizna, a las 9.20 de la mañana, en la clínica Arago. “Cuando él murió -dijo Georgette- estuve ciega durante cuatro horas. Estuve loca.”

Juan Larrea, quien presenció la muerte de Vallejo, escribió: “Murió sin aspaviento alguno, dignamente, con la misma dignidad con que había vivido.”

Gonzalo More, quien estuvo junto al lecho de muerte del poeta, le cuenta en una carta a Manuel Chávez Lazo: “La expresión de su rostro muerto era verdaderamente maravilloso, No te imaginas qué belleza interior y qué luz sobrehumana en la frente del cholo. El gesto de dolor que yo vi minutos después de su muerte desapareció para dar vida a una expresión de serenidad y bondad infinitas.”

El 19 de abril sus restos fueron trasladados a la Mansión de la Cultura y más tarde al cementerio de Montrouge, en los suburbios del sur de la capital francesa. En un gesto de amor infinito, Georgette cedió su tumba de Montrouge al poeta.

El 5 de diciembre de 1958, ante los intentos de repatriación de los restos del poeta, Georgette dictamina: Yo, Georgette Philipart, viuda de César Vallejo, me opongo formalmente, bajo cualquier pretexto que sea, a la apertura de mi fosa… donde reposan los restos de mi esposo, Sr. César Vallejo. Esta tumba me pertenece y nadie puede abrirla en mi ausencia y sin mi autorización.”  

El 3 de abril de 1970, después de 32 años de reposar en la tumba de Montrouge los restos de César Vallejo, su esposa Georgette logra -luego de superar odiseas burocráticas- trasladar los restos de César Vallejo al cementerio de Montparnasse. En la tumba, la insigne viuda dejó este epitafio:

“J’ai tant neigé, pour que tu dormes. Georgette.”

(“He nevado tanto, para que duermas. Georgette.”

Ese triste y conmovedor 15 de abril será, pues, recordado siempre con profundo dolor por tratarse del genio poético del Perú y del mundo: César Vallejo.



ESTÉ BLOG AGRADECE AL DISTINGUIDO DR. LUZMÁN SALAS SALAS POR SU  VALIOSO APORTE A LA DIFUSION DE LA VIDA Y OBRA DEL VATE  PERUANO

 CÉSAR VALLEJO MENDOZA


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